Un Pasaje a la historia

*El día transcurre y los locales abren, ahora se ven los dulces típicos, como camotes, tortas de Santa Clara y borrachitos colocados  en la vitrina de una de las dulcerías

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Por el pasillo que divide Palacio Municipal del Portal Hidalgo han caminado los emperadores Carlota y Maximiliano, lo ha recorrido el presidente Porfirio Díaz y ha quedado un rastro de Francia en sus paredes: Pasaje del Ayuntamiento o Francés, una joya poblana.

Ubicado entre las calles 2 Oriente y Juan de Palafox y Mendoza, en la entrada lucen un vitral en colores azul y verde y grabado en él un escudo de armas colocados en 1901, gracias al cual ha terminado con un nombre definitivo luego de varios cambios con el paso de los años.

Los cristales son vidrios biselados franceses que importaba Claudio Pellandini, un empresario originario de Suiza, quien se estableció en México y que tuvo a su cargo la decoración de varias iglesias y recintos culturales de Puebla como el Museo José Luis Bello y González.

Sus vitrales eran muy solicitados ya que aunque al inicio importaba los artículos, a finales de 1895 instaló su primera fábrica de arte para hacer piezas estilo europeo, pero a precios más bajos con maquinaria importada de Europa y Estados Unidos.

Cien años antes, el Pasaje del Ayuntamiento fue una capilla para que los regidores fueran a misa antes de entrar al Palacio, luego fue se convirtió en un lugar donde se podía vender trigo, harina, maíz, cebada y semillas.

En 1835 ya era el callejón de la cárcel, por su cercanía con la del Ayuntamiento, hasta que la prisión se convirtió en teatro y el callejón en la entrada de los actores que daban función.

Al final, al conectar con la 2 Oriente había una casa que fue derrumbada y sólo quedan los balcones de la casa del alcalde, construida, ahí, junto al Palacio de Charlie Hall.

Ahora, no ha perdido su vocación comercial. Antes de que el sol salga, cada mañana, sin importar el día de la semana, los voceadores extienden sobre sus pisos los periódicos locales y nacionales sobre ellos, los acomodan antes de ir a venderlos a los diferentes puntos de la ciudad.

El día transcurre y los locales abren, ahora se ven los dulces típicos, como camotes, tortas de Santa Clara y borrachitos colocados  en la vitrina de una de las dulcerías, los peluches de todos los tamaños y el hotel Alhóndiga que albergó uno de los bailes del virreinato más concurrido por el cumpleaños de la emperatriz Carlota.

Es paso obligado de turistas y personas que viven en Puebla. Sus bancas son puntos de reunión, de reflexión y contemplación. Desde ahí se escucha el replicar de las campanas de la Catedral de Puebla.

Hay adultos mayores que se sientan y extienden su periódico al mediodía para leer las noticias. Hay una mujer con un libro abierto, devorando cada página, hay al final una canasta que resguarda guisos para hacer los mejores tacos de la ciudad.

El Pasaje del Ayuntamiento estaba contemplado en la construcción de la ciudad perfecta, pero se materializó una vez que el Cabildo decidió dividirlo del Portal Hidalgo o conocido como el portal de la Audiencia, en donde se apilaban cadáveres de personas que habían muerto ahogadas o en una riña, con el fin de pedir limosnas.

El pasaje del Ayuntamiento pasó de un lugar lúgubre, a uno que guarda la historia de Puebla.

 

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